Aunque las deportaciones de Donald Trump no son masivas como se esperaba, sí se realizan con mayor violencia y tratos inhumanos, advierte Médicos Sin Fronteras.
La mano dura en contra de la migración dejó 36,000 extranjeros varados en México en los últimos seis meses, estima Médicos Sin Fronteras (MSF) en el informe Rechazados. El devastador impacto humano de los cambios de política migratoria en Estados Unidos, México y América Central.
El cálculo es conservador porque solo incluye a las personas que buscan refugio en el país, pero antes de que Donald Trump regresara a la Casa Blanca, el 20 de enero de 2025, alrededor de 270,000 migrantes de la región se anotaron en la extinta aplicación CBP One, la principal vía para solicitar asilo en Estados Unidos.
Tener una cifra exacta es más difícil en estos momentos. Debido a la creciente militarización de las fronteras y al aumento en la vigilancia y la estigmatización, los migrantes optan por ocultarse, viven en lugares de las periferias o cambiaron las rutas de paso.
Aunque las deportaciones masivas anunciadas por Trump no se cumplieron en la magnitud imaginada, sí se realizan con un mayor nivel de violencia y tratos inhumanos.
presidencia
Además, otros países de la región, incluido México, también reforzaron sus políticas de disuasión para contener la migración. Las medidas incluyen el retorno forzoso de migrantes, la restricción de sus movimientos y el desmantelamiento de campamentos, así como hacer más complejos y burocráticos los trámites relacionados con la petición de refugio.
“Ahora, para organizaciones como la nuestra, es más difícil llegar a estas personas, porque se esconden, porque tienen temor de ser deportados”, dice Henry Rodríguez, coordinador general de MSF en México.
Esto generó la reducción más drástica en la migración de la región, pero también estragos profundos en la salud física y mental de los migrantes. Entre enero de 2024 y mayo de 2025, la organización humanitaria otorgó 90,000 consultas de medicina general a personas en tránsito. Atendió a 3,000 víctimas y sobrevivientes de violencia sexual y brindó casi 17,000 consultas individuales de salud mental, la mayoría de ellas por eventos violentos como tortura, secuestro, extorsión, robo, trabajo forzoso y explotación sexual.
Médicos Sin Fronteras también observa un incremento de los casos de ansiedad, depresión y sentimientos de desesperanza provocados por los abruptos cambios en las políticas migratorias, así como cuadros de salud mental muy graves en una mayor proporción de pacientes.
“Son personas que incluso tienen pensamientos para poner fin a sus vidas por la desesperanza por la que pasan. Y esto tiene que ver también con las múltiples violencias que enfrentan en el camino”, apunta María Fernanda Bustos, gestora de asuntos humanitarios para MSF México.
“Las poblaciones en donde encontramos estos casos de violencia han aumentado no solamente hacia mujeres, sino también hacia hombres e infancias”, lamenta.
Miles de los migrantes iniciaron el viaje de regreso a sus países de origen, mientras que otros ven como nuevos destinos Chile, Costa Rica o Colombia.
Pero decenas de miles quedaron atrapados en México. Muchos de ellos porque carecen de los recursos económicos para regresar a casa o no pueden hacerlo por la discriminación, violencia y la falta de oportunidades que perduran en varios países de América Latina, África y Asia, señala el informe.
Estamos presentando nuestro informe: Rechazados: El devastador impacto humano de las políticas de migración de Estados Unidos, México y América Central. #NR #México pic.twitter.com/vkDmE7ohOd
— Médicos Sin Fronteras México (@MSF_Mexico) August 12, 2025
La falta de recursos humanos y económicos en la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) impide una atención eficiente a las solicitudes de asilo.
“En Tapachula, un proceso que normalmente tomaría tres meses está tomando mucho más tiempo. Solo hay 19 personas en el equipo y solo pueden conducir de cuatro a cinco entrevistas por día por persona. Con la población haitiana solo lo hacen los viernes, cuando tienen traductores”, dice Lucía Samayoa, coordinadora de proyecto de MSF en Tapachula.
Ante los recortes del presupuesto público, esta dependencia operaba sobre todo con financiamiento del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), que disminuyó el apoyo en 2025 debido a los recortes de la ayuda humanitaria internacional.
“Como resultado, las personas solicitantes de asilo permanecen atrapadas en una situación legal prolongada e incluso indefinida, con un acceso cada vez más limitado a mecanismos de protección y con vulnerabilidades crecientes”, señala el informe.
María Fernanda Bustos explica el nuevo fenómeno que observan. Antes, las consultas médicas solían ser de una vez porque los migrantes continuaban su paso por México. Ahora registran pacientes recurrentes porque están varados en el país o decidieron quedarse.
“Antes teníamos casos de una sola vez, es decir, personas que las identificamos en nuestra base afuera del Darién y luego las volvíamos a encontrar en Tapachula. Ahora encontramos que las personas empiezan a tener dos, tres, cuatro citas dentro de la misma base”, detalla.
“En Tapachula ya tenemos personas que van de manera recurrente, nos encontramos con personas que ya se están quedando a vivir ahí directamente”, agrega.
En esta ciudad de Chiapas las personas en movilidad se comenzaron a establecer en casas y departamentos de la periferia, donde las rentas son bajas y el acceso a servicios básicos es limitado o inexistente.
Algo similar ocurre en la Ciudad de México, donde muchos extranjeros salieron de los albergues para vivir en el vecino Estado de México, la zona metropolitana de la capital. Lo mismo sucede en Monterrey, Nuevo León, al norte del país. Esto llevó a MSF a mover sus atenciones a estas zonas. Incluso cambió sus operaciones de Reynosa, Tamaulipas, a Monterrey.
MSF también identificó nuevas rutas de movilidad entre los migrantes. Actualmente se alejaron de la clásica, que avanzaba por las vías del tren, a caminos lejos del centro de las ciudades, en lugares aislados y en distintos horarios.
“Esto es lo que nos genera muchas preocupaciones, porque pone a las personas en mayor vulnerabilidad y nos está dificultando el poder dar la atención porque ya no son puntos fijos y las zonas son cada vez más peligrosas”, advierte.
