La tasa de fertilidad en la región se ubica en 1.8 nacimientos por mujer, debajo de la tasa de reemplazo, lo que está derivando en sociedades cada vez más envejecidas.
Las mujeres en Latinoamérica y el Caribe tienen cada vez menos hijos por múltiples razones, una tendencia que ya se observa en otras regiones del mundo, como Europa o Asia Pacífico, lo que conduce a poblaciones cada vez más envejecidas.
En 2024, la tasa global de fecundidad en la región alcanzó los 1.8 hijos por mujer, de acuerdo con el Observatorio democrático 2025-América Latina y el Caribe ante la baja fecundidad: tendencias y dinámicas emergentes, presentado por la CEPAL a finales de octubre.
De acuerdo con el documento, la tasa global de fecundidad en Latinoamérica se mantiene desde 2015 por debajo del nivel de reemplazo de 2.1 hijos por mujer, es decir, el nivel necesario para mantener estable la población en ausencia de migración.
Un 76% de los países y territorios de la región registraron tasas inferiores, pero en algunos países la situación es más grave. En Latinoamérica media, Chile (1.14), Costa Rica (1.32), Uruguay (1.4) y Argentina (1.5), son los países con las tasas de natalidad más baja.
Aunque México tiene una tasa de fecundidad más alta que los países mencionados (1.89), también ésta se encuentra por debajo de la tasa de reemplazo por lo menos desde 2016.
El fenómeno de la baja de fecundidad es global. De acuerdo con el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), la fecundidad pasó de un promedio de 5 nacimientos por mujer en 1950 a 2.3 en 2021.
Aunque la situación aún no es tan grave como en Asia Pacífico o el norte de Europa, la disminución de la fecundidad en Latinoamérica desde la segunda mitad del siglo XX en todos los países de la región, un periodo relativamente corto en comparación con las otras regiones del mundo.
La caída en el número de nacimientos responde a varios factores, como la disminución de la mortalidad en la niñez, la ampliación del acceso a la educación, especialmente de las mujeres, así como un aumento de la participación femenina en el mercado laboral, el acceso masivo a la anticoncepción y una mayor igualdad de género.
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“A diferencia de Europa, estas transformaciones se producen en un contexto marcado por desigualdades estructurales significativas”, indica el documento.
De acuerdo con una encuesta del UNFPA muchas personas deciden no tener hijo o tener menos de los que quisieran por barreras económicas o sociales.
“Incluso en los países con las tasas de fertilidad más bajas, la mayoría de las personas quiere tener dos o más hijos. El problema es que no pueden”, dijo Natalia Kanem, directora ejecutiva del UNFPA en un encuentro con la prensa en junio de este año.
La encuesta, realizada entre 14,000 personas de 14 países, indica que 39% de las personas indica que las limitaciones financieras afectaron o afectarán su capacidad para tener la cantidad de hijos que desean.
Entre estas limitaciones se encuentra la falta de acceso a la vivienda digna, la precariedad laboral, el alto costo de la educación y del cuidado infantil.
La socióloga chilena Martina Yopo llama a este fenómeno “infertilidad estructural” y explica que se relaciona con “la falta de condiciones que ofrece la sociedad para que las mujeres puedan tener hijos y criarlos en condiciones de dignidad, seguridad y equidad”.
“Lo que siempre me dicen coloquialmente es: ‘En Chile es caro el kilo de guagua (bebé)’ y efectivamente, porque muchas de las personas que están pensando en la transición a la parentalidad, se hacen la pregunta de: ‘¿Voy a tener los recursos necesarios para poder darle una buena educación, poder acceder a salud en caso de que se enferme y poder vivir en un entorno seguro?’”, dijo Yopo en entrevista con la Radio de la Universidad de Chile.
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La caída persistente de la fecundidad en Latinoamérica es la causa principal de la transformación en la estructura por edad de la población. La reducción de los nacimientos ha contribuido a la disminución de la proporción de población joven, alterando la base de la pirámide poblacional.
Como consecuencia, este proceso ha facilitado el surgimiento del bono demográfico, un período en el cual la proporción de la población en edad laboral alcanza su punto máximo en relación con las personas dependientes.
Sin embargo, este descenso de la fecundidad, que va acompañado de un aumento en la esperanza de vida, hace que la región enfrente un envejecimiento poblacional acelerado, que plantea retos importantes.
“Hay una disminución en la población económicamente activa que es la que dinamiza la economía y eso puede producir una desaceleración del crecimiento, también pueden haber pensiones insuficientemente financiadas y se generan mayores necesidades de cuidados en la vejez”, observó Yopo.
Uno de los principales retos es la sostenibilidad de los sistemas de pensiones y de salud para un número cada vez mayor de personas mayores. En varios países con bajas tasas de fecundidad, como Chile y Argentina, los sistemas de pensiones ya tienen presiones importantes que requieren reformas.
El cambio hacia sociedades más envejecidas se traduce en un aumento significativo de la demanda de servicios de cuidados de largo plazo, que, de acuerdo con la CEPAL, recaen aún de manera desproporcionada en las mujeres.





